El malestar que sí tiene nombre: el mito de superwoman

 

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Tengo el inmenso placer de seguir viéndome con mis amigas del colegio. Hace unos dos años nos buscamos y desde entonces nos vemos de vez en cuando y hablamos de cosas de la vida, de nuestra vida. Precisamente el sábado pasado cenamos juntas y mientras tomábamos algo, alguien hizo un comentario que muchas afirmaron. “Nos han engañado con esto de la liberación”. Esta frase, más o menos literal, expresaba un malestar real y cotidiano. Un grito silencioso de “ya no puedo más”, “estoy agotada”, “no me da la vida”….. Es el sentir de mis amigas y de muchas mujeres que terminaron sus carreras, consiguieron un trabajo remunerado que les da independencia económica, pero que no han sabido o podido o….. ceder espacio en el hogar, y de verdad, compartir en igualdad y con corresponsabilidad el cuidado de lo hijos, el mantenimiento del hogar, la compra, las actividades extra-escolares, la atención médica…

Su doble o triple jornada las tiene agotadas. Son mujeres que acaban de entrar en los 40, una edad para sentirte plena de energía, poderosa en una recién estrenada madurez, y sin embargo, no les da la vida.

La tentación de dar marcha atrás y compararse con sus madres esta ahí, yo no las culpo por ello. Pero atención, mira lo que decía Betty Friedan en el capítulo primero del libro “La mística de la feminidad”.

“El malestar ha permanecido enterrado, acallado, en las mentes de las mujeres estadounidenses, durante muchos años. Era una inquietud extraña, una sensación de insatisfacción, un anhelo que las mujeres padecían mediado el siglo XX en Estados Unidos. Cada mujer de los barrios residenciales luchaba contra él a solas. Cuando hacía las camas, la compra, ajustaba las fundas de los muebles, comía sándwiches de crema de cacahuete con sus hijos, los conducía a sus grupos de exploradores y exploradoras y se acostaba junto a su marido por las noches, le daba miedo, hacer, incluso hacerse a sí misma, la pregunta nunca pronunciada: ¿Es esto todo?”

¿De verdad queremos estar en casa sólo centradas en el cuidado de la casa, de los niños y de la pareja?

¿De verdad queremos depender económica y afectivamente de nuestra pareja?

Mi respuesta es NO. Yo no quiero.

La mística de la feminidad de Betty Friedan es una de las obras cumbres del feminismo. Para mí es un libro muy especial porque Betty Friedan dio con él el grito colectivo de todas las mujeres diciendo ¡basta ya! al estereotipo de mujer, ama de casa, dedicada a sus hijos y feliz.

Fue un grito hacia la libertad para que cada mujer pudiera elegir el destino de su vida sin tener que ajustarse a unos patrones socio-culturales preestablecidos.

Y por eso no tenemos que mirar hacia el pasado, si no hacia el futuro. Ese futuro que depende de nosotras, porque nosotras lo creamos cada día.

Tenemos que exigir a nuestras parejas corresponsabilidad. No pronunciar jamás la frase: “mi marido me ayuda”, porque eso significa que la responsabilidad la asumes tú.

Soy consciente de que hace falta valentía, para sentarnos con nuestra pareja en el sofá y hablar con asertividad de todo esto que nos pasa.

Es quizás el momento de tomar las riendas de nuestra vida y decir qué queremos, qué necesitamos y ver cómo podemos conseguirlo.

Y no permitamos que nadie nos diga, cómo ser buenas madres, porque cuánto más feliz y realizada te sientas tú, más felicidad trasmitirás a tu entorno.

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