¿Cómo quieres vivir el próximo instante?

La vida transcurre momento a momento y todas los sabemos. Lo que ocurre es que no somos plenamente conscientes de esa transitoriedad de la vida hasta que algo ocurre y nos damos cuenta de ese cambio constante, de la imposibilidad de parar el tiempo, de la imposibilidad de detener nuestra vida en ese momento feliz, la imposibilidad de no cambiar. Todo cambia. Cambia nuestro cuerpo, cambia nuestra mente, cambian nuestras relaciones, cambian nuestras amistades… Y esto que puede ser difícil de asumir, también nos abre un montón de posibilidades que la práctica de mindfulness nos hace conscientes. Nos abre la posibilidad de abandonar patrones de conducta, formas de ser o estar a las que siempre nos hemos aferrado, o que nos han impuesto más o menos sutilmente, podemos abandonar maneras de relacionarnos con las personas porque somos capaces de hacer algo diferente.

La consciencia sobre la transitoriedad de la vida nos hace más libres. Nos abre un espacio de libertad que, si lo transitamos desde la tranquilidad de la mente, desde la intención de no dañar y desde la compasión, nos permite reinventarnos una y otra vez. Cada instante, una nueva oportunidad que la vida nos ofrece para vivirla de manera amable, compasiva y sin dañar y sin dañarnos.

Hay tanto daño sutil y no tan sutil que nos hacemos al mantener esas estructuras rígidas sobre quienes somos, cómo tenemos que comportarnos, la imagen que hay que dar a los demás…

Mindfulness nos invita a hacer pausas, pausas muy cortas o tan largas como necesites. Pausas para tomar conciencia, pausas para decidir cómo vivir el próximo instante. Y no se trata de querer alcanzar alguna idea de perfección sobre ti o sobre tu vida, se trata de sumarte a la corriente del cambio, dejarte fluir con la vida tal y como va sucediendo, desprenderte como saben hacer los árboles de lo que sobra según el momento o cubrirte de hojas y flores.

Un instante, un aliento, y todo puede ser diferente. A veces, aunque nos resistamos, el cambio se impone y resistirnos solo nos traerá sufrimiento.

Asumirnos en la corriente del cambio, nos ablanda, nos suaviza, nos hace más permeables con nosotras/os y también con los demás.

Al principio puede dar vértigo, pero luego, poco a poco, te das cuenta de que hasta la respiración cambia, que una inhalación no es como la siguiente y así, vas dándote cuenta de que lo mismo ocurre con todo lo demás.

Si somos capaces de ver el próximo instante con ojos nuevos, sin aferramientos, quizás se abra un espacio amplio de libertad.

Te dejo un poema que habla sobre el instante de la vida cuya autoría no está clara, pero siempre se ha pensado que era de Borges.

 “Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho, tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a lugares a donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida. Claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás, trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos. No te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y paracaídas… Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo”.

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