Mindfulness o conectar con la presencia que te sana

Si has hecho alguna formación de Mindfulness o has leído algún libro, sabrás que Mindfulness no es meditación, aunque la meditación es una de las herramientas que se utilizan para entrenar la atención plena. 

Nos sentamos en una silla o cojín, a veces nos tumbamos en la cama y nos quedamos a solas durante unos minutos. Una soledad que está llena de voces internas en forma de pensamientos, emociones que aparecen y de sensaciones físicas de la propia postura o de las múltiples sensaciones que aparecen de repente por la piel, picores, pinchazos, escozor, hormigueos… Por lo tanto, es una soledad relativa ya que la mayoría de las personas que realizamos esta práctica estamos durante el tiempo que dura, acompañadas de todas estas circunstancias.

Y, sobre todo, nos retiramos a solas para estar plenamente presentes, en cada momento, en cada respiración, siguiendo el ritmo y las sensaciones que te deja en el cuerpo cada inhalación y cada exhalación. No estamos solas/os, estamos sintiendo, estamos respirando, estamos presentes en el cuerpo, aprendemos poco a poco, con mucha paciencia a no rechazar nada de lo que aparezca, sea agradable o no. 

Empezamos a conectar con esa presencia no reactiva, una presencia que conoce, que se da cuenta de todo lo que ocurre, interna y externamente, y lo experimenta desde la curiosidad, momento a momento, sin querer quitar nada ni añadir nada. Nuestra mente es muy reactiva, es inquieta, por eso la entrenamos para que pueda conocer y darse cuenta desde un estado de calma y quietud. 

Nos retiramos en soledad y silencio a una silla, a un cojín o a una cama para aprender a estar presentes, sentir la vida y reconocer todo lo que pasa por la mente y el cuerpo sin necesidad de atraparlo, o de identificarnos totalmente. Aprendemos a relacionarnos con los pensamientos y las emociones de una manera saludable, reconociéndolos, abriéndoles espacio, pero sin quedarnos atrapados en ellas. Y esta práctica en solitario, nos sirve para vivir nuestra vida de una manera más plena, más consciente, sin prohibirnos ni censurar nada en la mente, porque sabemos que los pensamientos y las emociones al igual que las sensaciones y los sonidos, entran y salen continuamente de nuestra conciencia, y aprendemos con la práctica y el compartir, que podemos atenderlos y también podemos dejar que pasen, desarrollando una sabiduría en el cojín, que luego es muy pero que muy útil en la vida cotidiana. 

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