Aprendizajes de un retiro de silencio y práctica de mindfulness

La primera vez que realicé una jornada de silencio como participante, fue dentro del curso MBSR de mindfulness para la reducción de estrés que realicé hace ya más de 10 años. Esa jornada me asustaba, estaba llena de dudas, no sabía cómo sería estar 6 o 7 horas en silencio sin hablar, sin móvil, sin leer, sin comunicarme con las otras personas. Cómo sería comer en silencio, escuchar los sonidos de mi cuerpo y el de los demás. Los sonidos de los cubiertos chocando con el plato… todo me era ajeno, diferente. Recuerdo perfectamente esa jornada, fue en una finca en la sierra de Madrid, hacía un día de primavera soleado y cálido. La sala era grande, éramos bastantes personas. El día fue transcurriendo y mi mente se fue tranquilizando. De todo lo que mi mente había proyectado como un lugar poco seguro, lo único que se hizo realidad fue el comer. Me resultó raro. En mi familia, como en muchas otras, el momento de comer es un momento de compartir, de hablar…

Sin embargo, fue una experiencia maravillosa en muchos aspectos, que luego he ido corroborando en otros retiros de silencio que he realizado y que sigo realizando.

Disfrutar de la soledad. Antes no me gustaba estar sola o, mejor dicho, pensaba que no podría estar bien, estando sola. Meditar, me ha abierto una puerta a la soledad buscada, casi anhelada, porque son momentos de mucha intimidad conmigo misma. Me siento acompañada por mí.

Encontrarme conmigo misma. Esto que parece una frase hecha, se llena de sentido porque en esa soledad en la que solo estoy yo, me encuentro, me recibo, me acojo con cariño. Ese encuentro amable conmigo va reduciendo mi juicio sobre cómo debería ser y me voy haciendo cada vez más amiga de mí misma, no para pensar que soy genial, simplemente para darme cuenta de que existo, y de que eso ya es más que suficiente y no tengo que hacer nada especial, tan solo vivir de manera más saludable para mí y para los demás.

Acercarme al cuerpo. En los retiros de silencio y práctica de mindfulness prestamos mucha atención al cuerpo. La idea es tomar conciencia de que tenemos un cuerpo que es el que es, momento a momento. Un cuerpo que se sienta, se tumba, camina deprisa o camina despacio, que puede moverse en diferentes posturas… Es muy diferente “saber” que tenemos un cuerpo que es como muy obvio, a sentir el cuerpo. En mi caso, la práctica de meditación, vivir mindfulness me ha servido para acercarme al cuerpo como mi hogar, sin violentarlo, desde el amor, desde el cuidado, desde el respeto.

Recolocar las prioridades. Cuando reducimos al máximo el ruido externo (móvil, redes sociales, lectura, televisión, música, charlas, miradas) la mente empieza a hacer espacio, un espacio que me sirve para darme cuenta de mis prioridades en la vida. Un espacio que me ayuda a conectar con lo importante, que no siempre coincide con lo urgente y desde luego, no coincide con los parámetros de “éxito social”. Acallar el ruido, puede acallar la mente y entonces aparece una visión clara de las cosas, aparece tu motivación más profunda y desde ahí puedes relativizar, vivir más suave, con menos juicios y menos tensión.

Prestarte atención sin darte mucha importancia. Esto puede parecer contradictorio, pero en realidad, no lo es. Con la práctica de mindfulness y en los retiros esto se hace muy intensivo, sólo nos prestamos atención a nosotras mismas. Todas las necesidades básicas están cubiertas, alojamiento, comidas, la sala, los horarios… Sólo tienes que atenderte a ti. Y a la vez que esto sucede, que puede ser algo extraordinario, surge un espacio de conexión con todo que te hace relativizar muchas cosas. Así que poco a poco, el ego o nuestra personalidad que cree que todo se debe a él, “baja los humos” y se tranquiliza al sentirse parte de una humanidad compartida.

Estas son los principales aprendizajes de mi experiencia con el silencio y la práctica de mindfulness. Es un aprendizaje continuo para vivir más consciente, más amable y compasiva conmigo y con los demás. Desde ahí los guío, desde ahí transmito y comparto lo que sé. No lo sé todo, también esto se me hace muy presente en el silencio, y me hace más humilde y compasiva.

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