Atendiendo al cuerpo en la postura sentada al meditar

Sentarse a meditar significa atender al cuerpo y a la mente – corazón durante un tiempo determinado en una postura que podemos elegir en función de cómo estemos, dónde estemos y de qué medios dispongamos, (silla estable, zafú, banquito).

El cuerpo (rupa) en lengua Pali, significa la forma. En nuestra forma humana el cuerpo aparece bien como una totalidad, bien como formado por una serie de partes (huesos, músculos, brazos, piernas, tronco, cabeza, piel, órganos internos etc.). Estamos hechos de cuerpo y en cierto modo, no podemos escapar de él, nos acompaña en todo momento, por eso, constituye el primer fundamento de mindfulness. Es el núcleo central de la atención plena.

Cuando elegimos parar un rato, quizás poner un cronómetro, o una meditación guiada, elegimos también una postura para hacerlo. Normalmente meditamos en una postura sentada, pero también podemos hacerlo en una postura tumbada boca arriba.

Sea cual sea la postura elegida o propuesta en la práctica de meditación, practicar mindfulness supone explorar desde la atención plena, amable, acogedora, sin juicio lo que ocurra en el cuerpo y en la mente – corazón.

En la postura sentada elegimos mantenernos en quietud y esto, siempre es una propuesta, no una obligación. Lo que ocurre, es que si nos establecemos en la postura, podemos empezar a generar una relación de confianza con el cuerpo que nos permite la quietud sin esfuerzo o con el mínimo esfuerzo posible.

Por eso, hay algunas cosas para tener en cuenta cuando establecemos la postura, y que forman ya parte de la práctica, de hecho, te invito a incluirlo al inicio, en tu práctica de mindfulness.

La posición de piernas y pies

Vamos a buscar siempre que los pies y las piernas ofrezcan estabilidad a la postura, para ello, al sentarnos comprobamos que están bien apoyados, prestando atención al contacto de estas partes del cuerpo con el suelo o la esterilla. A veces, encontrar con una buena estabilidad en los pies supone modificar la postura para evitar tensiones en las caderas o rodillas.

La espalda

En la práctica de meditación cuidamos de la espalda como si fuera un tesoro. Por eso tenemos que prestarle atención al principio y durante toda la práctica. Buscamos siempre una espalda erguida que nos ofrezca estabilidad y dignidad. Esto último me parece importante porque quizás nos va a dar la clave de la posición de la espalda. No queremos crecer, no queremos estirarla, solo dejarla tal y como está en su posición natural. Para ello, tenemos unos grandes aliados, que son los huesos isquiones del final de la cadera y que notamos a través de los glúteos. Si sentimos estabilidad y apoyo en estos huesos, la espalda se coloca automáticamente en una posición estable y sin tensión.

Brazos y manos

La posición de los brazos y las manos es muy importante para la salud de los hombros y de toda la zona escapular, parte alta de la espalda. No existe una posición determinada o correcta, así que se trata de que cada persona exploremos qué nos conviene más. Podemos tener los brazos más o menos estirados, siempre que no se genere tensión en los hombros y los codos estén suaves. Respecto a las manos, podemos dejarlas suaves sobre el regazo o apoyarlas sobre los muslos con las palmas de las manos hacia arriba o hacia abajo. En cualquier caso, estarán suaves sin tensión en los dedos ni en las muñecas.

Cuello y cabeza

La cabeza en la postura de meditación sentada está erguida sin tensión. Podemos moverla hasta encontrarnos con una posición de la cabeza en equilibrio, sobre el cuello y los hombros. A veces, el cuello se tensa, siempre moverlo suavemente es una opción, pero hay un pequeño truco que nos ayuda a colocar el cuello y toda la zona cervical en una postura que nos cuida. Se trata de inclinar ligeramente la barbilla hacia el pecho, es un gesto pequeño, casi imperceptible, pero que puede cambiar completamente tu experiencia en la práctica.

Los ojos

Los ojos no tienen que estar necesariamente cerrados, de hecho, en algunas prácticas como el Zen, se mantienen entreabiertos. En realidad, podemos elegir qué hacer con los ojos en función de nuestra comodidad y bienestar. Se pueden dejar cerrados suavemente, se pueden dejar abiertos con la mirada suave hacia el suelo o hacia el frente, se pueden cerrar y abrir en algún momento. El objetivo no son los ojos, sino como ellos nos ayudan a la práctica de mindfulness.

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