Hola, me alegra mucho que estés aquí y ahora, en este preciso instante leyendo esto que acabo de escribir. Para mí es muy valioso y te doy las gracias por ello.

¿Has tenido alguna vez la sensación de que tu mente estaba en ebullición pero desconectada del resto de tu cuerpo?
Y, ¿has sentido alguna vez que cuando la gente hablaba de emociones, tu debías ser de otro planeta?

Yo sí, y durante mucho, mucho tiempo he vivido desconectada de mi parte emocional, de mi cuerpo y sólo centrada en mi mente.

Oh, dios, la soberana razón.
La mujer racional, que ni siente ni padece. Bueno sí, pero no le hace caso.

Y así, fueron pasando los años, no pienses que era de piedra, sentía, me apasionaba pero lo justo para mantener a raya a mi corazón. Todo lo que tenía que ver con lo emocional, me chirriaba, si, lo reconozco, me parecía ñoño, y de débiles.

Ahora sé que todo eso era una fachada que me protegía, sí, me protegía y me aislaba de mi verdadero yo.

Ese yo completo, que siente sus emociones y las gestiona, que nota las sensaciones de su cuerpo y presta atención para escucharlas.
Ese yo que también permite a su mente poner orden cuando lo necesita.
Ese yo, que se reconoce vulnerable, y que sabe que es en su vulnerabilidad donde está su fortaleza.
Ese yo que se da cuenta de cuándo necesita afecto y lo pide, que sabe dar un abrazo y recibirlo como un regalo precioso, que cura y nutre.

Por eso bienvenida y bienvenido a Nutrición emocional, porque hablaré de emociones, de sentimientos, de esa parte de la vida que yo un día mantuve a raya y que ahora reivindico como mi tesoro más valioso.