Mujeres que caminamos con perros

Cuando entiendes que las actitudes que entrenas en la meditación pueden acompañarte durante cada minuto del día, todo es susceptible de convertirse en una meditación, y formar parte de una vida que has elegido vivir más consciente.

Muchas mujeres paseamos por las mañanas acompañadas de nuestros perros. El paseo a esta hora en la que todo es limpio, fresco, húmedo, se convierte en un momento de entrega y conexión al mismo tiempo.

Somos muchas y diversas las mujeres que paseamos con nuestros compañeros peludos. Mujeres jóvenes, enérgicas, corriendo seguidas de sus perros atléticos. Mujeres mayores, de paso más lento acompañadas de sus ya viejos amigos, también lentos, sin prisa. Mujeres de edad media (como yo), que pasean tranquilas a ratos, con paso más enérgico otras veces, y siempre rodeadas de sus más fieles acompañantes.

Pasear con tu perro a cualquier hora, pero especialmente por las mañanas en las que la ciudad todavía duerme y todo invita al sosiego, al despertar pausado y tranquilo es un momento mindfulness, es un momento de plena consciencia. Todo lo que necesitas en ese momento está ya ahí. La respiración, la actividad del cuerpo que se mueve, a veces más lento, a veces más rápido, la temperatura corporal, bien fresquita en el rostro y en las manos, mucho más templada en el interior del cuerpo. Los sonidos de los pájaros nerviosos y contentos de comenzar un nuevo día. Las pisadas tranquilas a ratos sobre la hierba, a ratos sobre las hojas de los pinos, a ratos por los caminos de tierra.

Cuando paseo por las mañanas con mi perrita Ada, llevo puesta la mente de principiante. Siempre hacemos más o menos el mismo recorrido, a ella le encanta saber por dónde tiene que ir, se siente segura, reconociendo los olores. Para mí, es nuevo cada día. Nunca tengo la misma experiencia ni visual, ni olfativa. Siempre algo me sorprende, un gesto de Ada que me mira juguetona, un cántico del mirlo recién levantado, el vuelo rápido de la comunidad de cotorras. Una flor en un lugar inesperado, el tacto suave y crujiente a la vez de las hojas que ya se desprenden, y el viento suave en la cara.

Sí, definitivamente pasear con mi perra activa mi curiosidad.

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