¿Te gustaría saber si lo que sientes es sano y saludable para ti?

No todo lo que sentimos es sano sentirlo. En muchas ocasiones esos sentimientos y emociones muchas veces recurrentes, nos hacen daño, nos obsesionan y se cuelan una y otra vez ocupando espacio en nuestra mente y en nuestro corazón.

Cuando actuamos desde la inteligencia emocional, tenemos la capacidad e incluso me atrevo a decir la responsabilidad, de decidir si la respuesta que voy a tener es sana para mi, y en función de ello actuar de una u otra manera. Si es una respuesta emocional adaptativa, es decir, que responde a una situación concreta y me aporta una sensación saludable, debo seguirla. Si por el contrario es una respuesta emocional no saludable o desadaptativa, tendría que trabajar para saber de dónde viene y poder transformarla.

Para conocer nuestras respuestas emocionales no saludables, lo primero que tenemos que hacer es ser más conscientes, ese darnos cuenta, del que suelo hablar. Si lo hacemos, veremos que esa emoción que aparece y que casi sin darme cuenta me arrastra, no me hace sentir mejor, al contrario, me deja destrozada.

El doctor Greenberg experto y maestro en gestión emocional, suele decir que esos sentimientos son viejos conocidos nuestros. “Es como un viejo amigo que siempre nos mete en problemas”. Lo conocemos bien y casi seguro que puedes predecir lo que va a pasar. Lo conoces, te conoces y una vez que le abres la puerta, entrará y te arrollará sin pensarlo.

Estos sentimientos suelen estar relacionados con la sensación de no ser valioso y sentirnos un fracaso, esa sensación de “yo no valgo” que podemos decirnos internamente; o bien una sensación de sentirnos inseguros, de no ser capaces de mantenernos sin apoyo externos, esa sensación de “yo soy débil”.

Si reconoces a estos viejos amigos como tus compañeros de viaje, tienes que trabajar en la visión que tienes de ti misma o de ti mismo.

Sólo así dejarán de acompañarte.