Mindfulness es consciencia amable momento a momento. Es una manera de ser y de estar en el mundo diferente a la “corriente principal” de juicios, exigencias, competitividad, prisa…

Una de las facetas de mindfulness más interesantes es el hecho de soltar. Soltar significa no aferrarnos con la mente a nada o, mejor dicho, reconocer, darnos cuenta de cómo la mente se aferra por su naturaleza a todo lo que acontece.

Se aferra a emociones agradables, se aferra a recuerdos desagradables, se aferra a la ira, al enfado, se aferra a lo que le gusta y también se queda “enganchada” a lo que rechaza.

Mindfulness es esa capacidad innata de nuestra mente de estar plenamente presente sin juzgar y sin aferrarse. Es encontrarnos con el gran contenedor amoroso que descubrimos en la práctica de meditación y también en el día a día.

Cuando entramos en el mundo de la atención plena y empezamos a formarnos asistiendo a algún curso quizás lo que más llama la atención es que no ponemos el foco en la meditación, aunque es una herramienta muy potente que nos ayuda a entrenar el músculo de la atención amable.  No, el foco, lo ponemos en ir reconociendo poco a poco, qué es la mente, cómo funciona, qué hace en determinadas situaciones, cómo entra en reactividad, qué le gusta, qué rechaza… día a día, semana tras semana, vamos amigándonos con ella, desde la comprensión profunda y amable reconociendo cómo funciona la mente. Y así, poco a poco, vamos acercándonos a esa consciencia amable, compasiva (auto compasiva), paciente, llena de energía que es una consciencia mindful.

Por eso, esto no va solo de entrenar la atención, somos mucho más exigentes que eso, de hecho, creo que las personas que apostamos por esta manera de vivir, nos convertimos en personas exigentes de amor, de buen trato, de conexión… Al final, nos reconocemos parte de una humanidad compartida que tiene sed de amabilidad y que sabe de qué fuente tiene que beber para encontrarla.

Nos vemos por el camino