Cuando el deseo es profundo y movilizador

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Mucho se habla sobre el deseo, o quizás no tanto, a lo mejor hablamos más sobre lo que queremos. Sin embargo, el deseo es siempre algo más profundo, mucho más profundo que un simple querer. En el diccionario de la Real Academia Española, se define deseo con 4 acepciones. La primera de ellas dice: “movimiento afectivo hacia algo que se apetece” y la cuarta, nos habla de “impulso” y “excitación”
En mi opinión, ambas acepciones aun siendo correctas y apropiadas, se quedan un poco cortas para lo que yo quiero tratar.
El deseo profundo en mi opinión, es la base de la auténtica motivación, es efectivamente ese impulso que nos hace ponernos en movimiento pero no sólo hacia algo que nos apetece, sino hacia algo que nos es vital. Es ese impulso al que no podemos resistirnos, ese impulso que te hace salir de tu zona de confort, que te hace vencer obstáculos, superar miedos y creencias limitantes, en definitiva, el motor de la acción.
Y es un deseo profundo, porque una vez que aparece es muy difícil o casi imposible no atender a su llamada sin traicionarte. No puedes quedarte indiferente porque cuando aparece ese deseo profundo todo tu ser se conmueve y de alguna manera quedan afectadas zonas muy nucleares de tu interior.

Este tipo de deseo, es el impulso que le nace a la persona que quiere emprender.

Es ese deseo vital que sí o sí, tienes que escuchar. Es ese impulso que sientes en el vientre, en el corazón, en la garganta como un grito de desesperación que pide salir, desarrollarse, crecer. Y si por un momento imaginas las posibilidad de no escucharlo, aparece el dolor, la pena por la pérdida porque algo muy intimo se marchitará.

Yo escuché este deseo profundo hace algo más de dos años y no tuve más remedio que atenderlo. Supuso cambios, riesgos, dificultades económicas, incluso pérdida de relaciones y aún así lo escuché porque no podía no hacerlo. Significaba al igual que para muchas personas, especialmente mujeres, ponerme en valor, sentir la libertad, tomar decisiones, auto-afirmarme, sentirme más útil, ver el producto final de mi trabajo, conectar con las personas, acompañarlas y mientras tanto, transformarme, crecer, superarme.

Comencé un viaje apasionante por dentro y por fuera, un viaje sin retorno, un viaje sin límites pero sí con horizontes. Cuando emprendes desde este deseo profundo, los frutos llegan…..a veces tardan, por eso hay que tener paciencia. El deseo profundo necesita maduración, cuidados, aprendizajes para cosechar, y al final, recoges y agradeces.

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