Cuando notamos la reactividad de la mente, podemos dejar de nutrirla. Esta es la magia de mindfulness, aunque como sabes, no existen varitas mágicas.
Hace años, yo sentía que tenía “la escopeta verbal siempre cargada”, siempre dispuesta para una réplica rápida, certera, punzante, siempre con alguna idea de quedar por encima, o directamente tener la razón. Desde que me acerqué a esta disciplina de la consciencia, a esta nueva manera de vivir, muchas cosas han ido cambiando, pero quizás una de las más evidentes sea, la manera de hablar y mi capacidad de escucha.
La práctica de mindfulness, su entrenamiento para aplicarlo a la reducción de estrés, al autocuidado, a la gestión del dolor físico y emocional, a las relaciones familiares, al crecimiento personal, es más comparable a una carrera de fondo. Cuando entramos en una formación no se nos dice que vayamos a obtener una varita mágica, ni si quiera una herramienta concreta que aplicar en un caso concreto, no. Lo que obtenemos es sabiduría, y la sabiduría requiere tiempo, requiere compromiso y calma
Mindfulness incluye la meditación formal y la práctica informal de vivir cotidianamente momento a momento con esa intención y con esa actitud de no juicio.
La primera vez que realicé una jornada de silencio como participante, fue dentro del curso MBSR de mindfulness para la reducción de estrés que realicé hace ya más de 10 años. Esa jornada me asustaba, estaba llena de dudas, no sabía cómo sería estar 6 o 7 horas en silencio sin hablar, sin móvil, sin leer, sin comunicarme con las otras personas. Cómo sería comer en silencio, escuchar los sonidos de mi cuerpo y el de los demás. Los sonidos de los cubiertos chocando con el plato… todo me era ajeno, diferente. Recuerdo perfectamente esa jornada, fue en una finca en la sierra de Madrid, hacía un día de primavera soleado y cálido.
Mindfulness es el entrenamiento de la atención plena. Entrenamos nuestra mente – corazón para que esté atenta, sea amable y compasiva. Al final va de atender a la vida tal y como es, con unas actitudes que entrenamos con las formaciones y la práctica continuada. Cuando decides y fijaos que importante esta palabra, porque decidir […]
Cada vez que me siento a hacer una práctica de atención plena, solo estoy conmigo. ¡Vaya! lo escribo y parece fácil, pero mi práctica me dice que no lo es.
Siempre es un acto valiente, incluso cuando lo deseo más que nada. Al sentarme en la quietud del cuerpo, la mente continua con sus pensamientos. A veces pasan muchos minutos hasta que se ralentizan y empiezo a hacerme más consciente
Somos seres sociales, desde que nacemos estamos en relación con, bueno, incluso nos gestamos dentro de otro ser. Meditar me hace más consciente de todo esto, y desde ahí, puedo tomar decisiones conscientes para ser más amable y compasiva en mis relaciones.
Todas estamos en esa rueda de hacer, conseguir, tener, yo también por supuesto, pero la práctica continuada de mindfulness nos permite un pequeño vislumbre, de que otra manera de vivir esta vida es posible. Todo aquello que tiene un carácter neutro por común, por disponible, puede convertirse en instantes de belleza que nos nutren, que nos hacen sentir parte de este mundo.
Salir a la calle, darte cuenta de que te duele, que a lo mejor caminas más despacio, pero que también puedes mirar al cielo y ver una nube, aquí y ahora, ese instante de plena consciencia. Y así, con paciencia, con una actitud apreciativa hacia la vida, abrimos espacios de libertad, abrimos “claros en el denso bosque de la vida” como dice la maestra Martha Postlewaite en su poema Clearing.
Mindfulness, Coach emocional, Practitioner en Programación Neurolingüística (PNL), formación en Hipnosis Ericksoniana, maestría interior en Reiki, Socióloga
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